En la noche de hoy, jueves 7 de
noviembre a las 20:30 horas, tendrá lugar en el Ateneo de Valencina (c/ Duero,
nº 32), la presentación del libro “Las bicicletas no son para El Cairo”, obra
de Emilio González Ferrín.
El autor es Profesor Titular de Pensamiento
Árabe e Islámico en la Universidad de Sevilla. Doctorado en 1995 con una Tesis
sobre el diálogo euro-árabe, su perfil docente e investigador trata de superar
el orientalismo en la interpretación del hecho árabo-islámico.
Emilio González Ferrín ha publicado
numerosos artículos y una decena de monografías sobre temas de cooperación
cultural con el mundo árabe y el Islam, entre los que destacan “Diálogo
Euro-Árabe” (1997), “Salvaciones Orientales” (1999), y “La palabra descendida”,
una lectura intelectual del Corán que fue galardonada con el Premio
Internacional de Ensayo Jovellanos 2002, formando parte hasta 2009 del Jurado
de las Letras en los Premios Príncipe de Asturias.
En septiembre de 2012 presenta su
primera novela, desarrollada en el marco de las llamadas primaveras árabes y
que lleva por título “Las bicicletas no son para El Cairo” (Ediciones En Huída,
2012).
La expresión “Las bicicletas no
son para El Cairo” es un juego de palabras en dialecto egipcio -al-aagalat mesh
maamula li-l-Qahira-, que vendría a significar tanto lo que implica la
traducción española, como el dicho ¿a dónde vas con las prisas? Esto es El
Cairo...
Y ése es el juego inicial de una
novela premeditadamente escrita al estilo del melodrama egipcio -telenovela
simple, estereotípica, de acción, con personajes recargados y situaciones
densas-. Ubicada en la primavera árabe, es una visión pesimista de los actuales
cambios revolucionarios -las prisas, que en egipcio se dice como bicicletas-, y
una apuesta por las personas.
En medio del caótico tráfico
egipcio la gente se cae de bicicletas, de las que también arrojan a niñas que
no deben montar por el qué dirán, y todo apunta a que en un lugar tan cargado
de tiempo viejo nada puede acelerar los cambios, ni siquiera la revolución de
la plaza Tahrir. De ahí que no sirvan de nada las prisas, las revoluciones,
sino que todo sigue su ritmo. Pero se abre paso un cierto optimismo de pausadas
soluciones desde dentro...
La novela ofrece niños
abandonados, extranjeros que sobre-actúan, jóvenes que se encuentran a sí
mismos y se pierden en ese torbellino cairota, golfos de callejón salidos de
las páginas de Naguib Mahfuz, viejos poemas árabes que cobran forma de héroes
cotidianos...
“Las bicicletas no son para El
Cairo” encontró su portada en una pintada callejera -hoy ya emblemática- del
barrio de Zamalek. Es, de algún modo, el brindis por la ciudad en la que vivió
y a la que vuelve el autor de un modo recurrente.
Esas prisas aludidas, que no
tienen sitio en El Cairo, son sobre todo la revolución pendiente: la mujer.
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