jueves, 7 de noviembre de 2013

Hoy se presenta en el Ateneo el libro “Las Bicicletas no son para El Cairo”, de Emilio González Ferrín

En la noche de hoy, jueves 7 de noviembre a las 20:30 horas, tendrá lugar en el Ateneo de Valencina (c/ Duero, nº 32), la presentación del libro “Las bicicletas no son para El Cairo”, obra de Emilio González Ferrín.
El autor es Profesor Titular de Pensamiento Árabe e Islámico en la Universidad de Sevilla. Doctorado en 1995 con una Tesis sobre el diálogo euro-árabe, su perfil docente e investigador trata de superar el orientalismo en la interpretación del hecho árabo-islámico.  
Emilio González Ferrín ha publicado numerosos artículos y una decena de monografías sobre temas de cooperación cultural con el mundo árabe y el Islam, entre los que destacan “Diálogo Euro-Árabe” (1997), “Salvaciones Orientales” (1999), y “La palabra descendida”, una lectura intelectual del Corán que fue galardonada con el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos 2002, formando parte hasta 2009 del Jurado de las Letras en los Premios Príncipe de Asturias.
En septiembre de 2012 presenta su primera novela, desarrollada en el marco de las llamadas primaveras árabes y que lleva por título “Las bicicletas no son para El Cairo” (Ediciones En Huída, 2012).
La expresión “Las bicicletas no son para El Cairo” es un juego de palabras en dialecto egipcio -al-aagalat mesh maamula li-l-Qahira-, que vendría a significar tanto lo que implica la traducción española, como el dicho ¿a dónde vas con las prisas? Esto es El Cairo...
Y ése es el juego inicial de una novela premeditadamente escrita al estilo del melodrama egipcio -telenovela simple, estereotípica, de acción, con personajes recargados y situaciones densas-. Ubicada en la primavera árabe, es una visión pesimista de los actuales cambios revolucionarios -las prisas, que en egipcio se dice como bicicletas-, y una apuesta por las personas.
En medio del caótico tráfico egipcio la gente se cae de bicicletas, de las que también arrojan a niñas que no deben montar por el qué dirán, y todo apunta a que en un lugar tan cargado de tiempo viejo nada puede acelerar los cambios, ni siquiera la revolución de la plaza Tahrir. De ahí que no sirvan de nada las prisas, las revoluciones, sino que todo sigue su ritmo. Pero se abre paso un cierto optimismo de pausadas soluciones desde dentro...
La novela ofrece niños abandonados, extranjeros que sobre-actúan, jóvenes que se encuentran a sí mismos y se pierden en ese torbellino cairota, golfos de callejón salidos de las páginas de Naguib Mahfuz, viejos poemas árabes que cobran forma de héroes cotidianos...
“Las bicicletas no son para El Cairo” encontró su portada en una pintada callejera -hoy ya emblemática- del barrio de Zamalek. Es, de algún modo, el brindis por la ciudad en la que vivió y a la que vuelve el autor de un modo recurrente.
Esas prisas aludidas, que no tienen sitio en El Cairo, son sobre todo la revolución pendiente: la mujer.

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